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Introducción de Diabólica

 

Esta es la historia de tres promesas que iban a servir al Mal para hacer suya al alma más pura de esta tierra. Tres juramentos que, hechos por amor, ofrecidos ante Dios, llevarían a los habitantes de un pequeño pueblo del sur de Francia a conocer cuál era la verdadera esencia del Mal, y cómo podía éste extenderse como una peste sobre la tierra. Porque las tres personas que hicieron aquellas promesas eran buenas, puras y piadosas, pero el Mal tiene la capacidad de extender sus largos tentáculos hacia todo aquello que no le pertenece. En aquellos años que rondaban al año 1450 todos creían en la existencia del Mal, pero pocos lo conocían tal como en realidad era. ¿El Demonio? Ah sí, el diablo era el Mal. Pero sus manifestaciones estaban más allá de lo que era capaz de adivinar la imaginería popular de aquella y cualquier época.

Tanto es así, que el Mal, astuto y envidioso, consiguió robarle a Dios a la joven más pura, gentil y candorosa de cuantas existieron en aquella época. Muchos dijeron entonces que la semilla de lo maligno ya crecía en el interior de la doncella, que estaba predestinada a caer en la tentación, pero nada más cierto. Los que así hablaban lo hacían por temor, pues si el Mal había conseguido atraparla a ella, qué no haría con las gentes normales que no poseían su pureza.

¿Y cómo pudo entonces el Mal apoderarse de la más angelical de las criaturas? ¿Cómo la condenó? Pues a través de una promesa, de una promesa hecha por amor, que es el mayor don y el mayor mal de los hijos de Dios en esta tierra.
Muchos se preguntaban por aquel entonces qué era el Mal, pero sólo algunos encontraron la escalofriante respuesta. No todos, en verdad, sobrevivieron a ella...

Pues la salvación estaba en manos de una joven que había nacido pura… pero ya no lo era.

 


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